Fue aquel día de Julio cuando por primera vez de alguna forma apareció en mi vida. Yo, con mis 27 años, trabajaba en una radioemisora, en horario nocturno, precisamente de 22 a 0 horas. Por aquel tiempo acostumbraba a tener un espacio en la Web donde comentar diferentes puntos de vista sobre un tema en general. Aquella noche, abro como de costumbre la Web y empiezo a ver debates sobre un tema que había dado. En medio de ello puedo leer un mensaje de una persona a la cual no conocía y era la primera vez que leía algo de ella. Dijo llamarse Mauricio (a lo que mintió porque su nombre real era Mariano) y me solicitaba que le pasara mi mail, a través del suyo, escribiéndole. Así fue. Le escribí esa misma noche saludándole y pasándole también mi numero celular. Jueves, madrugada y yo camino a casa cuando recibí su primer mensaje de texto en mi celular. Desde entonces empezamos a escribirnos todos los días. Acordamos en uno de ellos que ese próximo sábado nos veríamos para conocernos personalmente y poder conversar de nuestras vidas y labores. Viernes por la noche yo había quedado en encontrarme con Kevin, persona con la cual estábamos viendo y conociéndonos, mas allá de que teníamos una amistad de mas de dos años, pero en esta oportunidad, estábamos teniendo una relación informal, donde nos comunicábamos, decidíamos encontrarnos y salíamos a tomar algo.
Llega el sábado. Durante todo el día Mauricio (Mariano) me estuvo escribiendo asegurándose de que yo no haya cambiado de opinión con respecto al encuentro. Por la noche, el saldría con sus amigos a una disco y luego se “escaparía” de ellos y vendría a mi casa donde yo lo iba a estar esperando. Así fue. Noche muy fría. Yo volví de la casa de una amiga cerca de las doce de la noche, ya que los fines de semana no trabajaba en la radio. Llegue a casa, me bañe. Me puse aquel pantalón tipo escocés de color verde y gris a cuadros y esa campera que me gustaba tanto de color gris, me peine mi largo y ondulado pelo, para no parecer una loca, me delinee los ojos y me pinte suavemente los labios. Se hacen cerca de las dos de la madrugada y mientras mensaje iba y mensaje venia, me avisa que iba a tomar un taxi para venir a casa a verme por lo que me pedía le pasara con exactitud la dirección de casa a lo que respondí “Independencia y Capdevila”. Una anécdota graciosa que luego me contó, fue el no recordar la segunda calle, le dijo al taxista que era el mismo apellido de aquel que trabajaba en la televisión.
Me avisa que está llegando a esa dirección que es a tres cuadras de casa. Me preparo y voy a su encuentro. Al llegar a una de las esquina a la cual tengo que doblar para ir a donde estaba el, detrás de un auto de color azul lo veo, un pibe común y corriente, sin aires de grandeza ni resabios de machismo. Nos saludamos con un beso en la mejilla y vamos caminando a casa. Llegamos, lo primero que hizo fue sacarse las zapatillas y recostarse en la cama, a lo que yo atiné a poner algo de música para escuchar mientras hablábamos y me senté en una reposera que tenia en mi habitación, frente a el. En un momento le ofrezco algo de tomar pero el no quería nada. Su teléfono sonaba y sonaba y el no atendía. El me decía que eran los amigos que lo estaban buscando por el boliche, pero en realidad era su novio de un pueblo cercano a la ciudad, (aunque estaban pasando un mal momento y habían terminado esa misma noche). Estuvimos hablando desde las 2:30 de la madrugada hasta las 6:00. En un momento el se sienta sobre la reposera y yo quedo a una orilla de la cama. Suena mi teléfono. Leo un mensaje que el me había mandado “me muero por besarte” a lo que solo conteste, roja de la vergüenza que me estaba dando, “no, no te mueras”, actitud de ambos, muy infantil. Pasaron no más de 15 minutos cuando decido mostrarle, para complacerlo, unas fotos que yo había sacado con mi celular, entonces viene y se sienta a mi lado, a la orilla de la cama. Mientras le mostraba esas imágenes, sentía su respiración muy cerca de mi cuello, entonces me di vuelta y le di un beso de esos que no se olvidan. El respondió y abrazándome nos tiramos sobre la cama. No quisiera describir con detalles lo que aquella noche había sucedido, solo que fue lo mas lindo que me paso en la vida, sin exagerar, sin mentirme a mi mismo. Nos quedamos dormidos luego y despertamos recién a las once de la mañana, a lo cual el tenia que partir en modo urgente a su casa ya que sus padres estarían esperándole para el asado de los domingos, día donde su juntaban los integrantes de la casa y almorzaban juntos. Mi madre estaba levantada, limpiando y ordenando la casa. Se saludan entre ellos. Mi madre reprendiéndome ese encuentro con esta persona desconocida y partí yo también con él, caminando; él a su casa, yo de mi amiga que vivía a cuadras de él. Nos despedimos en aquella esquina prometiendo un nuevo encuentro en la semana. Fue el Jueves siguiente cuando nos vimos en la noche, cuando yo salía de mi trabajo. Durante esos días, algo crecía dentro de mí. Ese revoloteo de mariposas ansiosas en mi estomago por volverlo a ver se volvía cada vez mas intenso con el paso de los días. Ese Jueves nos encontramos en la esquina de mi trabajo y fuimos caminando hacia lo de Norma, la dueña de unos departamentos, para preguntar si tenia uno para alquilarle yo y poderme asentar allí por deseo propio. Mi madre no reprocho absolutamente nada y estaba contenta de mi decisión ya que me sentía lo bastante adulto para poder llevar a cabo mi convivencia en soledad. Norma dijo tener un departamento al cual al otro día me iría a vivir. Nos despedimos cerca de su casa. Al otro día, por la noche nos juntaríamos en el nuevo departamento y cenaríamos juntos, como para festejar que estábamos solos. Nos encontramos el viernes a la salida de mi trabajo. Llegamos al depto. Cenamos unas empanadas que habíamos solicitado por teléfono y un remiss de un amigo me las trajo hasta el lugar. Luego nos pusimos a hablar de todo un poco. Yo confirmaba a cada instante que lo que no quería… ya me estaba sucediendo: estaba enamorándome profundamente de aquel chico que el destino puso frente a mí. Tal vez eran sus ojos color miel, su cabello rubio con algunas ondulaciones, sus labios y la comisura de ellos que se acrecentaban al sonreírse. O quizás era su cuerpo, su tono de voz, sus manos, sus besos, su mirar. Solo se que me quedaba como tonto mirándolo y escuchándole anécdotas que contaba. Lo que había sucedido aquel sábado anterior, volvió a repetirse, mucho mas vivo, mucha más piel, mucho más sentir y aquel “te quiero” que surgió de la nada y que nos dejó suspendidos en el momento. Esa noche se quedo a dormir y cerca de las seis de la mañana se fue ya que debía trabajar durante ese turno. Me dio un beso, me levante a abrirle y marchó. Yo me volví a recostar y por la tarde me fui a lo de mi madre. ¡Estaba feliz!, estaba comenzando una relación o conociendo a quien estaría conmigo durante mucho tiempo.
Y así pasó poco a poco el tiempo. Cada vez estábamos mas juntos, compartiendo desde una simple caminata hasta la cama donde solíamos quedarnos a dormir juntos, abrazados, respirando el mismo sentir.
Sentimos la necesidad y el deseo de compartir algo más que nuestros momentos, ganas de no sentirnos solos en casa, ya que después de seis meses se vino a vivir al departamento aquel que estaba alquilando. Fue en Noviembre cuando me entere que estaba embarazada de el. Estábamos muy contentos por la noticia. Mi pancita empezó a crecer poco a poco. Entrando en los siete meses de embarazo, ya las cosas no nos estaban saliendo del todo bien, teníamos muchos problemas con la convivencia, mi inseguridad hacia el y viceversa.
Fuimos madurando lentamente durante nuestra relación hasta que se fue desgastando de a poco. No se si fui yo, si fue el, o quien, pero todo terminó en Julio del año siguiente.
Nunca más apareció, se fue días antes de que comprara a este hermoso bebe que tengo en mis brazos en este momento. No llamó, no escribió, ni siquiera a su propia familia a la cual tampoco veo debido a que quise venirme a vivir a la capital, para yo tener un futuro, para que mi niño pueda ser alguien.
Han pasado dos años que no se de él. Dos años que he estado dedicándole a mi pequeño, a mi trabajo, a mi estudio. Dos años, la edad de su hijo, que nunca vio, que nunca le escucho sonreír ni llorar. Anoche dijo “papá”. Una lagrima empezó a correr mi maquillaje y manchando la misma hoja en la cual escribía esto. Ocultando mi tristeza me levante de frente del televisor, en el sillón donde estábamos ambos y me puse a cocinar. No quisiera que llegue nunca el momento donde empiece a preguntarme de vos. ¿Qué le diré? ¿Inventare alguna historia? ¿Diré la verdad? No quisiera que de grande te tenga odio, y si alguna vez se pueden ver, quisiera que sea para hablar y que vos le cuentes el por que de tu ausencia.
Sigo sola.
¿Siempre lo estuve?
© Juan Manuel Ramos